por Joaquin Lahoz
Los próximos días 1,2 y 3 de Julio, en la estepa mauritánica del desierto de Belchite, tendrá lugar la 7ª edición de una de las carreras más particulares de las que se celebran en España: La Desértica Extrema.
En el Bajo Aragón zaragozano se encuentra la Tierra de Belchite, que se enmarca dentro de la depresión media del Ebro, en la margen derecha del propio rio, frente al desierto de los Monegros que se encuentra en la margen izquierda. Las estepas de Belchite aparecen como una llanura situada a unos 400 metros sobre el nivel del mar, que despunta en cabezos y cerros entre los que se intercalan cultivos de secano, barbechos y la rala y escasa vegetación autóctona. En las vales prosperan los sisallos y la ontina, mientras que en los relieves de yeso aparecen el asuallo, la albada o la jarilla, junto con romeros y tomillos que crecen retorcidos como bonsáis entre las rocas salinas, mientras alguna rara alondra comparte los cielos con avutardas, collalbas, gangas, calandrias y churras que se concentran en las escasas balsas y charcas.
Es una tierra dura, seca, árida, arenosa y polvorienta, con caminos que parecen de cal viva (de hecho la carrera pasa por las cercanías de una antigua mina de cal). Uno de los mayores desiertos de Europa a tan sólo 17 kilómetros del Ebro, con el agua tan cerca y sin embargo tan lejos.
Es una tierra que forma parte de lo que un hombrecillo insufrible, ahora amigo de Gadaffi, bautizó con su proverbial agudeza como la España húmeda, probablemente inspirado por el mismo espíritu santo que guió el dedo del inefable ex-ministro franquista que le nombró su sucesor a título de vigía de Occidente.
Es una tierra a la que seréis bienvenidos todos los que queráis vivir una experiencia que nunca olvidaréis: una carrera en tres etapas, el viernes 5,5 km. nocturnos, el sábado por la tarde 11 y el domingo por la mañana 23, y como novedad para este año y para el que quiera hacerlo todo de un tirón, un poco más de un maratón (43 km.) a celebrar tambien el domingo. Todo ello con mucho calor y mucho polvo, que si hay suerte y sopla el cierzo se clava como una aguja en las carnes de los corredores, mientras se mete en cualquier resquicio de tu anatomía, sobre todo entre los pies y la entrepierna. Literalmente acabas hasta los huevos de polvo blanco calizo. Y mucho cuidado con echarse agua por encima, que cuando se seca hace costra y unas rozaduras muy poco recomendables para pieles sensibles como las nuestras.
Se puede elegir correr cualquier combinación de etapas (una, dos ó tres) siempre que sean consecutivas. De la etapa nocturna no tengo información, pues este es el primer año que se celebra. La etapa del sábado es a las 5 de la tarde, a la hora de las lagartijas, y es un continuo sube y baja por escarpadas laderas y arenosas vales en las que te hundes hasta el corvejón. Finaliza en la ermita de Valmadrid con una cuesta como del 25% de desnivel que te deja las piernas algo más que dubitativas para la etapa del domingo.
El domingo con la fresca, a eso de las 11:00, se hacen 23 kilómetros, con una primera subida de 3 ó 4 cuyo tramo final hay que hacer en fila india ya que la única forma de adelantar es tirar monte abajo al de delante. Luego un largo recorrido por caminos cubiertos de cal con tramos en los que es imprescindible y obligatorio correr con un pañuelo cubriéndote la boca, hasta llegar a Belchite, llegada que por supuesto también es cuesta arriba.
Este año, y para los más atrevidos, también se puede optar por hacer un maratón el domingo y en una sóla etapa. La ruta, como las dunas del desierto, varía un poco de año en año y estará en breve disponible en este enlace. El ambiente es increíble, tanto entre los participantes como entre los organizadores y la gente de los pueblos de los alrededores, que no se cansan de animar, e incluso salen a los caminos con el tractor y la sulfatadora llena de agua para refrescarte a manguerazos. La carrera forma parte de las actividades organizadas por la UNESCO para buscar un punto de encuentro entre culturas, religiones e ideologías, para que el Deporte pueda servirnos como cauce de Cultura de Paz y un punto de apoyo para el desarrollo de los Objetivos de Naciones Unidas.
Destacar que en esta tierra del Bajo Aragón, noble, dura y salvaje nacimos Maribel, Carmina y yo mismo. Carmina y un servidor por la parte de Zaragoza, y Maribel por la de Teruel, en la que la España húmeda bajoaragonesa culmina en el conocido como desierto de Calanda. Luego no os extrañéis que siempre tengamos sed.
Allí os esperaremos a todos que queráis compartir la experiencia con nosotros. Agua tenemos poca, pero cerveza no faltará. Animaros.
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* Por cierto que también de estos desiertos procedía la familia de Jose Antonio Labordeta, que escribió este poema dedicado a Belchite, y a lo que fue y no debió haber sido.
Los próximos días 1,2 y 3 de Julio, en la estepa mauritánica del desierto de Belchite, tendrá lugar la 7ª edición de una de las carreras más particulares de las que se celebran en España: La Desértica Extrema. En el Bajo Aragón zaragozano se encuentra la Tierra de Belchite, que se enmarca dentro de la depresión media del Ebro, en la margen derecha del propio rio, frente al desierto de los Monegros que se encuentra en la margen izquierda. Las estepas de Belchite aparecen como una llanura situada a unos 400 metros sobre el nivel del mar, que despunta en cabezos y cerros entre los que se intercalan cultivos de secano, barbechos y la rala y escasa vegetación autóctona. En las vales prosperan los sisallos y la ontina, mientras que en los relieves de yeso aparecen el asuallo, la albada o la jarilla, junto con romeros y tomillos que crecen retorcidos como bonsáis entre las rocas salinas, mientras alguna rara alondra comparte los cielos con avutardas, collalbas, gangas, calandrias y churras que se concentran en las escasas balsas y charcas.
Es una tierra dura, seca, árida, arenosa y polvorienta, con caminos que parecen de cal viva (de hecho la carrera pasa por las cercanías de una antigua mina de cal). Uno de los mayores desiertos de Europa a tan sólo 17 kilómetros del Ebro, con el agua tan cerca y sin embargo tan lejos.
Es una tierra que forma parte de lo que un hombrecillo insufrible, ahora amigo de Gadaffi, bautizó con su proverbial agudeza como la España húmeda, probablemente inspirado por el mismo espíritu santo que guió el dedo del inefable ex-ministro franquista que le nombró su sucesor a título de vigía de Occidente.
Es una tierra a la que seréis bienvenidos todos los que queráis vivir una experiencia que nunca olvidaréis: una carrera en tres etapas, el viernes 5,5 km. nocturnos, el sábado por la tarde 11 y el domingo por la mañana 23, y como novedad para este año y para el que quiera hacerlo todo de un tirón, un poco más de un maratón (43 km.) a celebrar tambien el domingo. Todo ello con mucho calor y mucho polvo, que si hay suerte y sopla el cierzo se clava como una aguja en las carnes de los corredores, mientras se mete en cualquier resquicio de tu anatomía, sobre todo entre los pies y la entrepierna. Literalmente acabas hasta los huevos de polvo blanco calizo. Y mucho cuidado con echarse agua por encima, que cuando se seca hace costra y unas rozaduras muy poco recomendables para pieles sensibles como las nuestras.
Se puede elegir correr cualquier combinación de etapas (una, dos ó tres) siempre que sean consecutivas. De la etapa nocturna no tengo información, pues este es el primer año que se celebra. La etapa del sábado es a las 5 de la tarde, a la hora de las lagartijas, y es un continuo sube y baja por escarpadas laderas y arenosas vales en las que te hundes hasta el corvejón. Finaliza en la ermita de Valmadrid con una cuesta como del 25% de desnivel que te deja las piernas algo más que dubitativas para la etapa del domingo.
El domingo con la fresca, a eso de las 11:00, se hacen 23 kilómetros, con una primera subida de 3 ó 4 cuyo tramo final hay que hacer en fila india ya que la única forma de adelantar es tirar monte abajo al de delante. Luego un largo recorrido por caminos cubiertos de cal con tramos en los que es imprescindible y obligatorio correr con un pañuelo cubriéndote la boca, hasta llegar a Belchite, llegada que por supuesto también es cuesta arriba.
Este año, y para los más atrevidos, también se puede optar por hacer un maratón el domingo y en una sóla etapa. La ruta, como las dunas del desierto, varía un poco de año en año y estará en breve disponible en este enlace. El ambiente es increíble, tanto entre los participantes como entre los organizadores y la gente de los pueblos de los alrededores, que no se cansan de animar, e incluso salen a los caminos con el tractor y la sulfatadora llena de agua para refrescarte a manguerazos. La carrera forma parte de las actividades organizadas por la UNESCO para buscar un punto de encuentro entre culturas, religiones e ideologías, para que el Deporte pueda servirnos como cauce de Cultura de Paz y un punto de apoyo para el desarrollo de los Objetivos de Naciones Unidas.
Destacar que en esta tierra del Bajo Aragón, noble, dura y salvaje nacimos Maribel, Carmina y yo mismo. Carmina y un servidor por la parte de Zaragoza, y Maribel por la de Teruel, en la que la España húmeda bajoaragonesa culmina en el conocido como desierto de Calanda. Luego no os extrañéis que siempre tengamos sed.
Allí os esperaremos a todos que queráis compartir la experiencia con nosotros. Agua tenemos poca, pero cerveza no faltará. Animaros.
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* Por cierto que también de estos desiertos procedía la familia de Jose Antonio Labordeta, que escribió este poema dedicado a Belchite, y a lo que fue y no debió haber sido.
Belchite
de José Antonio Labordeta
El árbol se levanta sobre la tapia hundida.
El viejo campanario –la paloma que había
huyó bajo la guerra- está desierto:
Todo es la sombra.
El monte desolado invade el patio,
el pozo seco,
el niño destrozado por la yedra.
Alguien recuerda –Antes estuve aquí,
hoy ya no vuelvo- por los muros de adoba calcinados:
¿Quién ha puesto el olivo
enfrente del olivo?
¿Quién ha dejado sangre
enfrente de la sangre?
¿Quién ha traído muerte
en contra de la muerte?
¿Quién, en fin, ha destruido al hombre
contra el hombre?
Sobre la casa yerta ya nadie se levanta.
de José Antonio Labordeta
El árbol se levanta sobre la tapia hundida.
El viejo campanario –la paloma que había
huyó bajo la guerra- está desierto:
Todo es la sombra.
El monte desolado invade el patio,
el pozo seco,
el niño destrozado por la yedra.
Alguien recuerda –Antes estuve aquí,
hoy ya no vuelvo- por los muros de adoba calcinados:
¿Quién ha puesto el olivo
enfrente del olivo?
¿Quién ha dejado sangre
enfrente de la sangre?
¿Quién ha traído muerte
en contra de la muerte?
¿Quién, en fin, ha destruido al hombre
contra el hombre?
Sobre la casa yerta ya nadie se levanta.
